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lunes, 3 de agosto de 2020

Los esclavos irlandeses

Los esclavos irlandeses: La Repugnante Historia que Ocultan y no Quieren que la Humanidad Conozca.

Los esclavos irlandeses

Los esclavos irlandeses

De 1641 a 1652, más de 500,000 irlandeses fueron asesinados por los ingleses y otros 300,000 fueron vendidos como esclavos. La población de Irlanda cayó de aproximadamente 1,500,000 a 600,000 en una sola década. Las familias fueron destrozadas ya que los británicos no permitieron que los padres irlandeses llevaran a sus esposas e hijos con ellos a través del Atlántico. Esto condujo a una población indefensa de mujeres y niños sin hogar. La solución de Gran Bretaña fue subastarlos también.
Durante la década de 1650, más de 100,000 niños irlandeses entre las edades de 10 y 14 fueron tomados de sus padres y vendidos como esclavos en las Antillas, Virginia y Nueva Inglaterra. En esta década, 52,000 irlandeses (en su mayoría mujeres y niños) fueron vendidos a Barbados y Virginia. Otros 30,000 hombres y mujeres irlandeses también fueron transportados y vendidos al mejor postor. En 1656, Cromwell ordenó que 2000 niños irlandeses fueran llevados a Jamaica y vendidos como esclavos a los colonos ingleses.
Muchas personas hoy evitarán llamar a los esclavos irlandeses lo que realmente fueron: esclavos. Se les ocurrirán términos como "Siervos contratados" para describir lo que le ocurrió a los irlandeses. Sin embargo, en la mayoría de los casos de los siglos XVII y XVIII, los esclavos irlandeses no eran más que ganado humano.
Como ejemplo, la trata de esclavos africanos apenas comenzaba durante este mismo período. Está bien registrado que los esclavos africanos, no contaminados con la mancha de la odiada teología católica y más caros de comprar, a menudo fueron tratados mucho mejor que sus homólogos irlandeses.
Los esclavos africanos eran muy caros a fines del siglo XVII (50 libras esterlinas). Los esclavos irlandeses fueron baratos (no más de 5 libras esterlinas). Si un plantador azotaba o marcaba o mataba a golpes a un esclavo irlandés, nunca era un delito. Una muerte fue un revés monetario, pero mucho más barato que matar a un africano más caro. Los maestros ingleses rápidamente comenzaron a criar a las mujeres irlandesas tanto para su propio placer personal como para un mayor beneficio. Los hijos de los esclavos eran esclavos, lo que aumentaba el tamaño de la fuerza laboral libre del amo. Incluso si una mujer irlandesa de alguna manera obtuviera su libertad, sus hijos seguirían siendo esclavos de su amo. Por lo tanto, las madres irlandesas, incluso con esta nueva emancipación encontrada, rara vez abandonarían a sus hijos y permanecerían en servidumbre.
Con el tiempo, los ingleses pensaron en una mejor manera de utilizar a estas mujeres (en muchos casos, niñas de hasta 12 años) para aumentar su participación en el mercado: los colonos comenzaron a criar mujeres y niñas irlandesas con hombres africanos para producir esclavos con una tez distinta . Estos nuevos esclavos "mulatos" tuvieron un precio más alto que el ganado irlandés y, de la misma manera, permitieron a los colonos ahorrar dinero en lugar de comprar nuevos esclavos africanos. Esta práctica de entrecruzar hembras irlandesas con hombres africanos se prolongó durante varias décadas y fue tan generalizada que, en 1681, se aprobó la legislación "que prohíbe la práctica de aparear mujeres esclavas irlandesas con hombres esclavos africanos con el fin de producir esclavos para la venta". En resumen, se detuvo solo porque interfería con las ganancias de una gran empresa de transporte de esclavos.
Inglaterra continuó enviando decenas de miles de esclavos irlandeses durante más de un siglo. Los registros indican que, después de la rebelión irlandesa de 1798, miles de esclavos irlandeses fueron vendidos tanto a América como a Australia. Hubo abusos horribles de los cautivos africanos e irlandeses. Un barco británico incluso arrojó 1.302 esclavos al Océano Atlántico para que la tripulación tuviera suficiente comida para comer.
No cabe duda de que los irlandeses experimentaron los horrores de la esclavitud tanto (si no más en el siglo XVII) como los africanos. También hay muy pocas dudas de que esas caras marrones y bronceadas que presencias en tus viajes a las Indias Occidentales son muy probablemente una combinación de ascendencia africana e irlandesa. En 1839, Gran Bretaña finalmente decidió por sí sola terminar su participación en la carretera de Satanás al infierno y dejó de transportar esclavos. Si bien su decisión no impidió que los piratas hicieran lo que deseaban, la nueva ley lentamente concluyó ESTE capítulo de pesadilla de la miseria irlandesa.
Pero, si alguien, blanco o negro, cree que la esclavitud fue solo una experiencia africana, entonces se equivocaron completamente.
La esclavitud irlandesa es un tema que vale la pena recordar, no borrar de nuestros recuerdos.

Fuente: Facebook

martes, 28 de mayo de 2019

La crisis toca fondo: un licenciado universitario trabaja de espantapájaros

La crisis toca fondo: un licenciado universitario trabaja de espantapájaros. Un universitario inglés acepta un trabajo para ahuyentar perdices con un cencerro.

La crisis toca fondo: un licenciado universitario trabaja de espantapájaros

 La crisis toca fondo: un licenciado universitario trabaja de espantapájaros

Estoy dispuesto a trabajar de lo que sea con tal de encontrar un empleo. Esta máxima en épocas de crisis es la que ha llevado a un universitario inglés a enfundarse un chubasquero naranja y esgrimir un cencerro para ahuyentar perdices. Todo un símbolo de cómo están cambiando las cosas.

Los últimos meses de la vida de Jamie Fox, de 22 años, se resumen en dos fotografías. En la primera de ellas, tomada este verano, aparece sonriente con su toga y su birrete, recién graduado en Música e Inglés por la Universidad de Bangor, y dispuesto, como todos, a comerse el mundo.

La segunda imagen, tomada sólo unos meses después, es muy distinta. Fox aparece sentado en medio del campo, enfundado en un abrigo naranja chillón, con un ukelele en sus brazos y un cencerro. Es su nuevo empleo: espantador de perdices en un campo de colza en el este de Inglaterra. Eso sí, con un sueldo que merece la pena.

Si decide ver el vaso medio lleno, podrá consolarse con que, de alguna manera, su empleo está relacionado con la música, porque para espantar a las aves su jefe le ha proporcionado un acordeón que debe tocar cuando se acerque el peligro. Lo del ukelele es cosa suya, ya que se ha propuesto aprender a tocarlo en sus ratos libres. Pese a todo, la otra mitad de su titulación, el inglés, tendrá más difícil practicarla.

Un sueldo de 1.200 euros
Fox fue contratado por el granjero ante la evidencia de que los espantapájaros de toda la vida no daban resultado ante unas perdices sin miedo y sin complejos. Por su trabajo de ahuyentador de pájaros cobra 300 euros a la semana, 1.200 al mes, un sueldo, desde luego, nada desdeñable.

Mientras encuentra un trabajo que se adapte a sus gustos, el joven ha decidido ver el lado bueno de su nuevo empleo, que no está sólo en el sueldo, sino en la posibilidad de aprender a tocar un instrumento y a leer un buen puñado de libros, actividades que sólo debe interrumpir cuando lleguen extraños al terreno que vigila.

“Mis amigos me tienen envidia –declaró a la BBC-. No es un mal trabajo, porque puedo estar sentado, he leído unos cuantos libros y he podido escuchar mucha música. Algunos de mis amigos ganan más pero están muy estresados”. La situación cambiará, desde luego, con la llegada del frío y la lluvia.

Su caso demuestra, por un lado, que la crisis económica ha hecho que prácticamente ningún trabajo sea ya despreciable. Y, por el otro, que no siempre los mejor cualificados son los que más ganan: cuántos ingenieros sobradamente preparados suspirarían por un primer empleo con esa remuneración.

Expulsados de un buffet libre por comer demasiado

¿Cuánto se puede comer en un buffet libre? ¿Qué cantidad de comida hay que coger para que al restaurante no le salga rentable? Seguro que más de un cliente de estos locales, habitual u ocasional, se lo ha preguntado alguna vez. Pues bien, algunas veces la gula tiene un límite y ellos consiguieron lo que muchos no han podido: ser expulsados de un buffet libre por comer demasiado.

Expulsados de un buffet libre por comer demasiado

Expulsados de un buffet libre por comer demasiado

Es lo que le ha ocurrido a un ex jugador de rugby de apetito voraz y presupuesto modesto, George Dalmon, y a su amigo Andy Miles, a quienes un restaurante de buffé libre de Brighton, Inglaterra, les ha prohibido la entrada, como si de un par exitosos jugadores de casino se tratara.

La explicación oficial de los responsables del local, llamado Gobi, es que comían “como cerdos” y molestaban al resto de los comensales. Pero los afectados denuncian que el problema no está en cómo comían, sino en el cuánto, sin aparentar tener un límite en sus estómagos. Llevaban acudiendo a ese restaurante, de forma regular, dos años, pero ahora han sido declarados “personas non gratas”. Pagaban por el menú, todo incluido, doce libras (14,85 euros).

Dalmon y Miles se han convertido en una especie de héroes para todos aquellos que alguna vez soñaron con ganar el pulso a este tipo de restaurantes, y su aventura ha generado ya cerca de 600 comentarios en el The Daily Telegraph, el periódico al que concedieron la entrevista para contar su caso y, de paso, hacerse una foto con una pose de hambrientos no demasiado trabajada.

¿Realmente comían tanto? Los dos jóvenes reconocen que, de media, se tomaban cada día cinco generosos platos mezclando carnes y entrantes, pero se defienden asegurando que el restaurante sólo les ponía cuencos pequeños, lo que les obligaba a hacer muchos viajes con las viandas a cuestas.

“Comían como cerdos y molestaban al resto de clientes –insisten los dueños de Gobi-. Hemos estado dos años aguantándoles, pero ya es demasiado”. Para colmo, Dalmon y Miles pedían sólo agua, nunca un refresco o una cerveza, y jamás se apuntaron a un solo extra.

El origen del buffet libre

Los buffet o bufé libre, conocidos como “Tenedor libre” en Hispanoamérica (“all-you-can-eat”, “todo lo que puedas comer”, en su versión inglesa) nacieron en Francia en el siglo XVIII, y deben su nombre al mueble en el que se colocaban las viandas de comida. De ahí se extendieron a toda Europa.

Se han hecho muy populares en los últimos años en los hoteles, ya que son ideales para gestionar comidas a cantidades elevadas de comensales, muchos de los cuales no parecen tener empacho en servirse durante unos días torres de alimentos que sus estómagos son materialmente incapaces de asumir, y que generalmente terminan olvidadas en los platos.

¿Pero dónde está el secreto para que, con tanta comida y a precio reducido, el restaurante aún gane dinero? La primera clave está en colocar en lugar visible y preferencial los productos que más margen de beneficio generan, una táctica que suele dar resultado a juzgar por las torres de lechuga, tomate y remolacha con las que muchos clientes recorren los pasillos.

La segunda, en cobrar a precios muy altos bebidas, cafés y, en ocasiones, postres.
Y tercera, en la seguridad de que muchos de los clientes no se cegarán por el “esto lo he pagado yo” y comerán poco y barato. No todos van a ser tan glotones como el ex jugador de rugby Dalmon y su amigo.