En octubre de 1972 dos hermanos groenlandeses llamados Hans y Jokum Grønvold, que se encontraban cazando urogallos en la costa occidental de Groenlandia, descubrieron en la península de Nuussuaq, cerca de la localidad de Uummannaq, lo que parecía ser un asentamiento inuit abandonado hacía mucho tiempo.
Curioseando por el lugar, que luego sería conocido como Qilakitsoq, a los dos hermanos les llamó la atención un peculiar amontonamiento de rocas. Al retirar varias de ellas, descubrieron que debajo había restos humanos, por lo que volvieron a colocarlas y avisaron a las autoridades.
Tras una breve investigación, las autoridades concluyeron que aquellos cadáveres llevaban en el lugar mucho tiempo y que no era un asunto para los policías sino para los arqueólogos. No obstante, nadie pareció darle mucha importancia hasta que en 1977 el entonces director del Museo Nacional de Groenlandia, Jens Rosing, vio fotografías del enclave y se dio cuenta enseguida (pese a no ser arqueólogo) de la importancia del yacimiento y de inmediato solicitó que fuera excavado y estudiado.
En total, entre la tumba hallada por los Grønvold y otra similar que se encontraba no muy lejos, los investigadores hallaron un total de ocho cadáveres, seis mujeres de entre 18 y 50 años y dos niños, en un excelente estado de conservación.
El clima helado de Groenlandia y las corrientes de aire que circulaban entre las rocas que los cubrían habían permitido que los cuerpos se secaran y congelaran, preservándolos de la descomposición. La primera tumba contenía los cuerpos de tres mujeres con edades estimadas de 20-25, 25-30 y 40-50 años, y dos niños, uno de unos cuatro años y otro de pocos meses. La segunda contenía tres cuerpos, tres mujeres, una de unos 20 años y dos de unos 50. Los estudios arqueológicos determinaron que pertenecían a la llamada cultura Thule y que habían sido enterrados a finales del siglo XV, en torno al año 1475. En las tumbas se hallaron también diversos objetos, incluidas 78 piezas de ropa hechas principalmente de piel de reno y de foca, varias de las cuales presentaban cierto grado de ornamentación.
Para preservar la integridad de las momias, no se han llevado a cabo estudios demasiado invasivos sobre ellas. A las que están mejor conservadas ni siquiera se las ha despojado de su ropa y sus exámenes han sido fundamentalmente con rayos X. Si se han tomado muestras de ADN que muestran un parentesco cercano entre todas ellas; aparentemente, las tres mujeres de mayor edad eran hermanas, las tres más jóvenes eran sus hijas y los dos niños eran sus nietos.
Algunos aspectos de este enterramiento desconciertan a los expertos. El hecho de que los cuerpos fueran inhumados a la vez o en un espacio corto de tiempo, y que solo hubiera mujeres y niños (los inuit enterraban juntos a hombres y mujeres) llevó a algunos a proponer que podían haber muerto en un único episodio, por ejemplo ahogados al hundirse la canoa en la que viajaban.
No obstante, los estudios revelaron que las mujeres sufrían diversos problemas de salud (una de ellas tenía un tumor en la base del cráneo que es la causa más probable de su muerte) y que muy probablemente habían muerto por causas naturales.
En cuanto a los dos niños, el mayor mostraba señales de padecer síndrome de Down y enfermedad de Legg-Calvé-Perthes, que provoca necrosis en la cabeza del fémur y la cadera, lo que lo habría dejado incapaz de valerse por si mismo. El bebé, por su parte, parece haber sido enterrado vivo con su madre.
Esta era una costumbre habitual de los inuit; cuando una mujer con un hijo pequeño moría y no había nadie que pudiera hacerse cargo de él, eran enterrados juntos, creyendo que no podría salir adelante sin alguien que lo cuidase y que era más compasivo proporcionarle una muerte rápida que condenarlo a una larga agonía por hambre.
Cinco de las seis mujeres presentan tatuajes faciales, consistentes en líneas negras o azul oscuro, en frente, mejillas y barbilla, algo común entre los inuit.
Los cuerpos mejor conservados, los del bebé y tres de las mujeres, se hallan en la actualidad expuestos en el Museo Nacional de Groenlandia, en la capital, Nuuk. También en el pequeño museo de Uummannaq existe una exposición permanente sobre el hallazgo.
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