¿Te imaginas un organismo que no solo sobrevive en el infierno radioactivo de Chernóbil, sino que lo devora para crecer? Pues existe, y además existen científicos investigándolo para proteger a futuros astronautas en Marte. Sigue leyendo y descubre por qué este hongo podría cambiarlo todo.
Si te interesó este post, te invitamos a conocer el hongo que “come” plástico en nuestro blog de noticias.
El lugar más letal del planeta... y un inesperado huésped
Después del desastre de 1986, las ruinas de Chernóbil quedaron saturadas de radiación. Allí, en la superficie del reactor y alrededores, prácticamente nada puede vivir… excepto algunos hongos negros. Entre ellos, el protagonista de esta historia: Cladosporium sphaerospermum.
¿Lo más alucinante? En lugar de morir, este hongo parece buscar la radiación como quien busca alimento. Este fenómeno, llamado radiotropismo, provoca que sus hifas crezcan en dirección a las fuentes radiactivas. Y lo hacen sin fuentes externas de carbono, descartando que sea por nutrientes: ¡va directo por la radiación!
Radiosíntesis: cuando la biología imita a las plantas
¿Cómo logra este hongo “comerse” la radiación? Gracias a la melanina, el pigmento oscuro que también está en nuestra piel y cabello. En C. sphaerospermum, esta melanina multiplica su capacidad de transferencia de electrones tras exponerse a rayos gamma, X o UV. En condiciones de radiación 500 veces superior a lo normal, su crecimiento se acelera de forma sorprendente.
Este proceso se llama radiosíntesis: una forma parecida a la fotosíntesis, pero usando radiación ionizante en lugar de luz solar. Aún no se sabe si es un proceso multietapa, como en las plantas, o algo más simple (quimiosíntesis).
Evidencias de laboratorio: la melanina gana energía
En experimentos de 2007 (Equipo Dadachova–Casadevall), se descubrió que la melanina irradiada aumentaba cuatro veces su capacidad para reducir NADH, lo que se traduce en mayor producción de energía. Además, hongos como C. neoformans y Wangiella crecían más rápido bajo radiación: pesaban más, modificaban su metabolismo y acumulaban más biomasa.
Con C. sphaerospermum, también se observaron aumentos, especialmente en condiciones de escasez nutricional. La radiación no solo lo alimenta, sino que potencia su eficiencia para usar otros nutrientes.
Experimento en la Estación Espacial Internacional (ISS)
En un hito de diciembre 2018 a enero 2019, científicos enviaron Cladosporium sphaerospermum a la Estación Espacial Internacional. Durante 30 días, monitorearon platillos de hongo y una parte control sin él. El resultado: una capa de apenas 1,7 mm del hongo filtró un 2 % de la radiación en un radio de 180 °.
Al extrapolar, se estima que unos 21 cm de ese hongo podrían neutralizar la radiación anual que recibe la superficie marciana.
Aplicaciones: ¿un escudo viviente para astronautas?
La tecnología del hongo apunta a soluciones biológicas:
- Protección viva en hábitats de Marte o estaciones espacioibl.
- Material autorreparable, ya que el hongo se reproduce solo.
- Integración con otros escudos (agua, hormigón marciano, melanin extract).
- Trajes biomiméticos o compuesto con melanina resistente a la radiación.
Eso sí: aún faltan pruebas sobre cómo se comportaría bajo la radiación cósmica (mucho más agresiva que la gamma terrestre) y cómo crecer en un entorno marciano frío y seco .
¿Es peligroso? No por ahora.
Cladosporium sphaerospermum:
No es patógeno grave, aunque puede causar alergias en ambientes cerrados y rara vez infecciones leves .
Su melanina tiene un coste metabólico, por lo que sin radiación, podría perder ventaja frente a otros microbios.
El impacto en la ciencia y la exploración espacial
Este hongo no solo es un ejemplo brutal de resiliencia –es una puerta hacia nuevos enfoques biomiméticos–. Mingas potenciales:
- Biorremediación de residuos radiactivos: “comer” radiación allí donde hay contaminación .
- Estructuras vivas: muros, coberturas o trajes que se autoreparen con radiación.
- Alimentación energética: producción de compuestos usando radiación como fuente.
Y lo más cautivador: demuestra que la vida puede no solo sobrevivir, sino aprovechar lo que para otros es letal. Un mensaje poderoso para la astrobiología y el futuro.
Conclusión: del desastre a la esperanza cósmica
En resumen, Cladosporium sphaerospermum emerge como un ejemplo excepcional de la adaptabilidad de la vida: no solo resiste entornos radioactivos extremos como Chernóbil, sino que utiliza la radiación para crecer via radiosíntesis gracias a su alta concentración de melanina. Los experimentos en la Estación Espacial Internacional confirmaron que una capa de apenas 1,7 mm reduce la radiación en un 2 % y estandarizaciones sugieren que unos 21 cm podrían proteger entornos marcianos. Esto abre la puerta a un escudo biológico autorreparable ideal para explorar el espacio, aunque aún hacen falta estudios sobre radiación cósmica y sistemas microbianos en Marte. En definitiva, este hongo no solo desafía las fronteras de la biología y la astrobiología, sino que ofrece un futuro en el que la vida misma podría convertirse en la mejor tecnología para protegernos más allá de la Tierra.